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Si hace unos años me hubiesen dicho que mi peor enemigo del instituto en Bélgica iba a venir a verme a Málaga no me lo habría creído. Pero ya sabéis, la vida da muchas vueltas.

Muchas, muchas.

So, Yonosoygay ha pasado una semanita de vacaciones en mi casa y el sábado lo saqué por Torremolinos para que viese un poco cómo era el mariconerío malagueño, mucho más trash que las Halles Saint-Géry (Halliwell) de Bruselas.

El caso es que yo siempre he tenido un problemón muy grande con salir de marcha por el ambiente porque cada vez que lo hago me siento un trozo de carne rodeado por una manada de lobos que te miran como si fueses el primer o el último hombre en la faz terrestre, cosa que me provoca un asco incomparable. Porque me flipa ser un trozo de carne, sí, pero sólo para quien yo decida, no para una pandilla cualquiera de salidos.

Salidos que vienen a ti con el aire más lascivo del planeta, que te saludan cogiéndote la mano e intentando llevarla a su paquete, diciéndote que tienes unos ojos para comerte la polla hasta el final y que te dejan claro que tienen el culo como una cantimplora.

Hombres que intentan ligar contigo y que cuando ven que pasas se lanzan a tu amigo con la misma táctica (o falta de táctica). Que se te acercan presentándose y cuando ven que ni les contestas te preguntan si eres tímido o si te ponen nervioso. Entonces te echas a reir en su cara y se lo toman fatal, te llaman “chulo de mierda” y se van.

Tíos que salen contigo a dar una vuelta y que a la primera de cambio te dejan tirado en medio de la pista como si fueses un mongo que ha salido solo porque les interesa mucho más saber qué es lo que se cuece en el cuarto oscuro. Nice.

Así estábamos cuando ligo de forma descarada con el camarero buenorro de una discoteca que conozco de vista desde hace milenios porque está en clase de Ginger. Después de estar un rato bailando house y más house y de entender claramente lo que quiere me acerco a la barra, intercambiamos números de teléfono y me voy, dejando que el chaval haga su trabajo sin estar yo ahí dándole por culo. Por ahora.

Pasa un rato y yo sigo bailando solo en otra disco. Yonosoygay está en el mismo local, pero en los baños. Juas. De repente aparece por ahí el tío ese multimillonario (del que ya he hablado alguna vez) con el que me lié hace tiempo. Llévabamos un año sin vernos y en todo este tiempo sólo hemos hablado un par de veces por msn y nos habremos enviado otro par de sms’s. Hay muy buen rollito y salimos de la discoteca para charlar más tranquilamente. Fuera escuchamos FFTL y me dice “Mira; Cheryl Cole”. Pienso en lo pesadísimo que tuve que haber sido con Chezza en un momento en el que FFTL no era ni maqueta para que un año y pico después este pobre hombre me siga asociando a ella. Total, a lo que iba, que el ricachón va y me besa. Y yo me dejo besar porque besa bien y porque me da la gana. Pero le digo: “Tío, le he dado mi número a un chaval hace dos horas y como me vea aquí contigo así va a pensar que soy una puta”.

Dicho y hecho. A los cinco minutos aparece el camarero por ahí. Se saludan. Son amigos. Ja-ja. Quiero desaparecer del universo y largarme a la islita esa en la que viven Elvis y Jacko. Al multimillonario la situación le hace gracia. Luego hablo con el camarero y salvo mi culo como puedo.

Hoy tenemos cita. (6)

La verdad es que no me importa mucho lo que haya podido pensar él. Lo que me importa es que después de haber estado una noche entera mirando por encima del hombro al 99% de los maricas salidos que me rodeaban, he sido yo quien se ha ido a casa con el cartel de calientapollas colgado del cuello.

La próxima vez seré menos chulo. Más tolerante. Más simpático. Y recordaré que en el fondo...